El Suelo:
El suelo es la
fina capa de material fértil que recubre la superficie de la Tierra.
El suelo es una
capa delgada situada en el límite entre la atmósfera y la zona continental de
la corteza terrestre.
Atmósfera,
corteza y suelo interactúan para proporcionar a los seres vivos los recursos
que necesitan. El suelo, por tanto, constituye el soporte de la vida sobre los
continentes.
Desde el punto
de vista científico el suelo constituye el objeto de estudio de la Edafología,
la cual lo define como "ente natural organizado e independiente, con unos
constituyentes, propiedades y génesis que son el resultado de la actuación de
una serie de factores activos (clima, organismos, relieve y tiempo) sobre un
material pasivo (la roca madre)". El suelo forma un sistema abierto a la
atmósfera y la corteza que almacena de forma temporal los recursos necesarios
para los seres vivos. La disponibilidad de estos recursos (agua, energía, nutrientes
minerales, etc.) depende de la intensidad y velocidad de los procesos de
intercambio entre el suelo y el resto de compartimentos de los sistemas
ecológicos.
El concepto de
suelo ha ido modificándose conforme ha ido avanzando el conocimiento de sus
componentes y la relación entre ellos. Así, para el alemán Frank Albert Fallou
(1862), el suelo puede considerarse como “el producto de la alteración, que,
como dientes, va royendo la superficie de la tierra”. En este mismo sentido,
para el también alemán Emil Ramann (1928), el suelo es “la capa superior de
alteración de la corteza”. Lavy, pensaba que el suelo no era más que una clase
de roca. Se trata de conceptos meramente geológicos.
Para el
norteamericano Eugene Woldemar Hilgard (1906), con una formación más amplia
como geólogo, edafólogo y agrónomo, el suelo era “el material más o menos
suelto en el que las plantas encuentran soporte y nutrición”.
Robinson (1930)
afirmaba que el suelo es la alteración físico-química de la roca, los residuos
orgánicos y los excrementos.
Según Walter L.
Kubiena, investigador afincado en España, “el suelo es la capa viviente de
transformación de la corteza sólida terrestre surgida bajo el influjo de la
vida y de las especiales condicions del hábitat biológico, sometida a un constante
cambio estacional y desarrollo peculiar”.
José María
Albareda definió en 1940 el suelo como “una formación limítrofe, zona en que se
compenetran la parte sólida, líquida y gaseosa de la tierra, lo mineral
inorgánico, seres vivos y restos de la vida, crecimientos y destrucciones,
lavados y evaporaciones, una complejidad natural sometida a una complejidad
dinámica”.
Desde el punto
de vista científico más actualizado, la Edafología define el suelo como “un
ente natural organizado e independiente, con unos constituyentes, propiedades y
génesis que son el resultado de la actuación de una serie de factores activos
(clima, organismos, relieve y tiempo) sobre un material pasivo (la roca
madre)". El edafólogo francés Philippe Duchaufour definió en 1956 el suelo
como una “colección de cuerpos naturales de la superficie terrestre que soporta
plantas, que llega desde los materiales no consolidados e inorgánicos que yacen
en la zona de las raíces de plantas nativas perennes a donde se han
desarrollado horizontes impermeables a las raíces o los dos metros más
superficiales de propiedades distintas al material rocoso subyacente, como
resultado de la acción de organismos vivos, clima, roca madre y relieve.
En la
definición de suelo que ofrece el Departamento de Agricultura de los Estados
Unidos (USDA, 1998), el suelo es un cuerpo natural formado por una fase sólida
(minerales y materia orgánica), una fase líquida y una fase gaseosa que ocupa
la superficie de la tierra, organizada en horizontes o capas de materiales distintos
a la roca madre, como resultado de adiciones, pérdidas, transferencias y
transformaciones de materia y energía, que tiene capacidad para servir de
soporte a las plantas con raíces en un medio natural. Los límites superiores
del suelo son la atmósfera, las aguas superficiales poco profundas (es decir,
que pueden soportar el crecimiento de raíces), las plantas vivas o el material
orgánico que no ha comenzado a descomponerse. Los límites horizontales los
constituyen áreas donde el suelo es invadido por aguas profundas (más de 2.5
m), materiales estériles, rocas o hielo. El límite inferior está constituido
por la roca dura y continua. De manera arbitraria, la profundidad máxima del
suelo se establece en 2 m.
De este modo,
la visión del suelo como una intersección de atmósfera, litosfera, hidrosfera y
biosfera ha dejado paso a un concepto de suelo como un subsistema de los
ecosistemas terrestres.
Este concepto
sistémico del suelo implica tres características fundamentales:
Complejidad: El suelo está caracterizado por una
atmósfera interna, una economía particular del agua, una flora y fauna
determinada, unas partículas minerales y unas partículas orgánicas, estando
todos estos componentes fuertemente relacionados.
Dinamismo: El suelo adquiere progresivamente sus
propiedades por la acción combinada del medio. La roca madre se altera por
influencia del clima y la vegetación; los residuos vegetales y animales son
atacados por los microorganismos del suelo, forman complejos orgánicos
coloidales que se denominan humus y que después se mineralizan progresivamente;
se establecen uniones más o menos íntimas entre los minerales procedentes de la
alteración de la roca y el humus; las sustancias solubilizadas y las partículas
coloidales sufren migraciones. Así, al fin de su proceso evolutivo, el suelo da
lugar a un medio estable y equilibrado con el clima, la vegetación y la roca
madre. Sin embargo, este equilibrio puede romperse mediante una modificación
apreciable del clima o la vegetación, comenzando un nievo proceso de evolución.
Permeabilidad: El suelo es un sistema abierto. Esta
permeabilidad repercute en la mayor o menor facilidad de degradación.
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